CAMPEÓN INOBJETABLE

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Boca, por encima de todos. Ante tanta mediocridad, turbulencia y desajustes, apareció el Boca de Falcioni, sumamente cuestionado en el Clausura pasado, y que aún siendo el cómodo líder en la mayor parte del Apertura no estuvo exento a las críticas. Sin embargo, sí tenía que haber un campeón en un fútbol parejo pero ya aburrido, era el equipo de la Ribera, que sustentado en una estadística asombrosa, fue por lejos, el menos peor; para quedarse con un título después de varios años de sequía (futbolística y de resultados), aferrándose a una estrella que lo mete otra vez en la Copa Libertadores.

Boca ganó de taquito. No tuvo competidores. Racing amagó, Lanús también lo hizo al principio, y por un rato se ilusionó Rafaela, pero hasta ahí. Nadie pudo con Boca, que tuvo lo que hoy escasea: regularidad.

Bien parado atrás, partiendo de Orión y acrecentando la idolatría de Schiavi, que regresó con 38 años y acomodó la defensa. Clemente fue la salida permanente y el principal socio de Román. Rivero y Ervitti, incansables por las bandas. Somoza un león en el medio (a lo Battaglia). Riquelme en el primer tramo fue fundamental, le otorgó la esencia y vida propia que este equipo necesitaba un tiempo atrás. Y cuando estuvo Viatri, la metió, y Blandi, también, y Cvitanich, ni hablar. La pólvora nunca se secó, y el técnico siempre encontró variantes pese al vendaval de lesiones que acecharon promediando el certamen.

El pueblo Xeneize tiene motivos de sobra para celebrar. Si hasta River le sigue dando alegrías. Boca salió campeón y los primos el día anterior cayeron con Boca Unidos, en la "B". La mesa está servida, sólo resta festejar. Una estrella más que por el entorno, tiene un sabor especial.


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